Argumentos de Autoridad
Introducción
Los argumentos de autoridad son aquellos en los que como razones aportamos lo que dicen otros. Es dicir, escudarse en una opinión que se considere solvente.
Cuando queremos sostener una afirmación, no hay nada más socorrido que escudarse en una opinión que se considere solvente y a la que hacemos responsable de nuestras afirmaciones.
El recurso a la autoridad puede producirse por
- conveniencia: ahorra tiempo, acelera la persuasión, señala que personas prominentes opinan como nosotros.
- necesidad: Con frecuencia no disponemos de los datos que más nos importan, bien porque no hemos tenido ocasión de estudiarlos, bien porque no están a nuestro alcance, bien porque son demasiado técnicos. No nos queda entonces más remedio que recurrir a los juicios de autoridades a las que consideramos en mejores condiciones que nosotros mismos para opinar sobre el asunto que nos ocupa.
Para hablar de argumento es preciso que se produzca una afirmación controvertida, es decir, que debe ser probada y que busca amparo (como razón) en una autoridad.
Los requisitos que deben cumplir sus premisas son, que se trate de una autoridad:
- concreta.
- competente en la materia de que se trata.
- imparcial.
- bien interpretada
- no contradictoria con otras.
Por su parte la fortaleza del argumento puede ser:
- Razonable: Ofrece información adicional suficiente (requisitos) para que la conclusión sea plausiblemente aceptable.
- Débil: No cumple los requisitos y su conclusión es plausiblemente inaceptable.
- Falaz: Ni cumple los requisitos ni existe voluntad para cumplirlos.
Mientras que sus principales falacias son:
- Falacia de Falsa autoridad: Cuando se apela a una falsa autoridad para salir de un mal uso.
- Falacia ad verecundiam: Cuando se invoca a una autoridad reverenda.
- Argumento ad populum: Cuando se busca amparo inadecuado en la multitud.
El argumento
De manera esquemática, el Argumento de Autoridad se puede representar como sigue:
- A es B, porque Alguien dice que A es B.
Este esquema necesita ser ampliado porque en él se ocultan dos sobreentendidos que no siempre son ciertos.
- el primero da por supuesto que quien habla es una autoridad en la materia,
- el segundo, que dicha autoridad ha sido bien interpretada.
Adicionalmente debemos exigir que la autoridad citada sea concreta, competente, imparcial y no contradictoria con otras.
Ej: Alguien dice que A es B.
¿Es Alguien una autoridad concreta, competente en la materia e imparcial?
¿dice realmente que A es B?
y ¿lo que afirma no está en contradicción con lo defendido por otros expertos.?
Luego A es B
Análisis del argumento
Tal vez el argumento suscite desconfianza, en tal caso debemos preguntarnos sobre la fuente y sus afirmaciones:
- ¿Se trata de una autoridad concreta?
- ¿Es competente en el campo adecuado?
- ¿Ha basado su afirmación en datos objetivos?
Una autoridad debe aportar los datos que justifican sus opiniones si se le solicitan. Se deben solicitar. Nos importa conocer no sólo la información que ofrece la fuente, sino su fundamento. Preferimos convertir los argumentos de autoridad, siempre dudosa, en pruebas
Cuando se nos escamotea la información no podemos ni aceptar ni rechazar el argumento. Lo consideramos una opinión.
Una fuente puede carecer de crédito por sus antecedentes, sus contradicciones con otras fuentes y, sobre todo, por su parcialidad.
Debemos desconfiar siempre de la independencia de las autoridades y preguntarnos si ¿Ha sido correctamente interpretada? es decir: - ¿Es una cita del original o de segunda mano? - Si es original, ¿se puede comprobar? - Si es de segunda mano, ¿es exacta? y si no es exacta, ¿por qué?
Puede haber sido mal interpretada por equivocación, por idioma, términos técnicos, por deducciones del interprete o por intención del intermediario buscando la manipulación.
¿Es coherente con lo que afirman otras autoridades del mismo campo? Si discrepan es porque el problema no está claro o no disponen de un conocimiento objetivo, con lo cual, lo que nos trasmiten son conjeturas individuales
Si, planteada una o más de estas preguntas, recibimos una respuesta satisfactoria, debemos considerar que el argumento es razonable y la conclusión admisible. Si no hay respuesta o ésta no es satisfactoria, el argumento debe ser considerado débil (que concluye sin fundamente suficiente) o, peor aún, sospechoso de falacia (que trata de engañarnos).
Refutación
Si se nos ofrece la opinión de un experto, podemos refutarla aportando otras citas de autoridad, sean del mismo valor (con lo que se equilibran las posiciones), sean de mayor peso. Un técnico anula a otro técnico.
Falacias
Un argumento de autoridad puede ser:
- Razonable: Ofrece garantías suficientes para que la conclusión sea plausiblemente aceptable. Es decir, nos enseña las cartas sin hacer trucos.
- Débil: No dispone de garantías suficientes, por lo que su conclusión es plausiblemente inaceptable. Se ve que las conclusiones van más lejos de lo que los datos permiten.
- Falaz: Carece de garantías y no existe voluntad para ofrecerlas. Se invoca el argumento de autoridad como si fuera terminante, la última palabra en un tema, eludiendo la obligación de probar que la autoridad merece crédito. Nos hace trampas y no quiere enseñarnos las cartas.
Llamamos falaz al mal argumento de autoridad que se emplea abusivamente y distinguimos dos tipos:
- la Falacia de Falsa Autoridad, que persigue el engaño,
- la Falacia ad Verecundiam, que no admite discusión. Una variedad de ésta es el Argumento ad Populum o apelación a la opinión más extendida.
Referencias
- Uso de razón por Ricardo García Damborenea
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