Historia de Palestina e Israel
El origen del conflicto
En pleno apogeo de la I Guerra Mundial, Alemania había aplastado a los rumanos, a los rusos y franceses. Se vislumbraba la posibilidad de una victoria por su parte. El imperio Otomano, el otro gran imperio del momento, aliado con Alemania, llama a la Yihad contra los británicos y ataca a las fuerzas inglesas en el canal de suez en Egipto (perteneciente al imperio británico). La pérdida del control del canal implicaría perder acceso a su colonia más importante, la India, principal fuente de recursos y tropas.
Los otomanos controlaban un territorio inmenso, de Norte a Sur comprendía desde Estambul hasta Yemen (por la franja oeste de la Península Arábica que da al Mar Rojo). En cuanto a la región Palestina, que nos ocupa en este artículo, permaneció bajo control otomano durante 400 años, desde 1517 a 1917. No existían países en todo el imperio, únicamente territorios en los que los ciudadanos pertenecían a distintos grupos étnicos y costumbres. En cualquier caso, estaban todos aglutinados por la estructura imperial como ciudadanos otomanos se sintieran o no como parte del mismo. Por lo general se autoidentificaban por su religión, es decir, musulmanes (sunitas y chiitas), Cristianos (de varios grupos étnicos) y Judíos.
Los ingleses, por tanto, necesitaban movilizar las opiniones y fuerzas internacionales, con el objetivo de debilitar al enemigo y mejorar las posibilidades de los aliados. Encontraron aliados locales que les ayudarían a luchar contra el enemigo común. Uno de ellos fueron los Hachemitas, en Arabia Saudí que deseaban librarse del control otomano. Se dice que el profeta Mahoma era Hachemita, por lo que es un pueblo respetado en todo el mundo árabe. De hecho se encargaban de administrar La Meca (la ciudad más sagrada del Islam).
Promesas de un Estado árabe
El contacto entre Hachemitas y Británicos se establece por medio de Henry McMahon (alto comisionado en Egipto) y el Jerife Hussein (Husayn ibn Ali), líder de los Hachemitas. El segundo demanda a cambio de su ayuda dos cosas: Ser Califa, es decir, gobernar; y la fundación de un estado árabe. Tratan de aprovechar la desesperación británica para, por un lado, deshacerse de los Otomanos y, por el otro, de hacer realidad un sueño de más de 800 años, recuperar el Reino árabe de Siria (que abarcaba Turquía, Irak, Líbano, Jordania y Arabia Saudí). Los Británicos aceptaron dichas condiciones.
El príncipe Faisal, hijo de el Jerife, lideraría la revuelta nacionalista árabe con el apoyo de Lawrence de Arabia como oficial británico de enlace. Con este nuevo ejército los Ingleses lograron capacidad para atacar las lineas otomanas desde su retaguardia.
Tras dos años de luchas la guerra en “Oriente próximo” termina. Los británicos repelen a los otomanos y conquistan Palestina, permitiendo a Faisal entrar en Damascomo (la capital del nacionalismo árabe), en Octubre de 2018, como su liberador. Poco después Faisal ibn Hussein sería coronado Rey de Siria. La idea de una gran Siria entusiasma a los árabes incluyendo a los palestinos, tiene un gran valor simbólico, hasta el punto de llamar a Palestina “sur de Siria” con la esperanza de ser parte del territorio de esa gran Siria que Faisal crearía en el futuro. La bandera palestina se crea en esa época.
Al terminar la guerra era el momento de que se cumpliera la promesa de reconocer tanto a Siria como a la independencia Árabe. El problema era que, al mismo tiempo que se prometía unas cosas a los árabes se prometían otras que eran incompatibles a los judíos. Su prioridad era ganar la guerra y no pensaron en las posibles consecuencias de dichas promesas al terminar esta.
Promesas de un Estado Judío
Durante el mismo periodo que el anterior surge en Europa la aspiración nacional de un pueblo que también conserva un antiguo sueño relacionado con la tierra de Israel, el pueblo judío que fue expulsado 2000 años antes y se dispersó por el mundo.
El nacionalismo moderno alentó la idea de que los grupos étnicos tienen derecho a convertirse en entidades independientes. Los judíos para entonces eran ciudadanos de distintos países y se sentían tal cosa, pero a medida de que los pueblos de europa comenzaron a crear estados, los judíos sienten que están excluidos de esas organizaciones nacionales. Los judíos no estaban integrados en el comercio, las profesiones ni universidades. Al ver que no tenían futuro así se plantearon tres posibilidades: Emigrar al occidente liberal y democrático; Transformar Europa con la revolución socialista; o crear un Estado propio.
El Sionismo es precisamente el resultado de la decepción de los judíos al verse excluidos de dichos nuevos nacionalismos que no resuelven el problema del antisemitismo, sino que, en cierto modo, crea un nuevo tipo de antisemitismo más violento. Dicho movimiento fue fundado por Theodore Hersel a finales del s.XIX con el fin de promover el regreso del pueblo judío a la tierra de Israel tras 2000 años de exilio. Tras su muerte, en 1904 el líder más importante fue Chaim Weizmann. Este decribía el problema judío ante la Comisión Peel (1937) de la siguiente manera: “es un pueblo sin su tierra, en torno a 6 millones de personas condenadas a estar donde no se les quiere (… y) para los que el mundo se divide entre lugares donde no pueden vivir y lugares donde no pueden entrar”. Dicha situación iría empeorando hasta la Segunda Guerra mundial y el Holocausto. Weizmann entendió que en un mundo controlado por grandes potencias, incluido el territorio de palestina, los judíos no podrían crear un estado propio sin la ayuda de una gran potencia internacional. En el contexto de la guerra, en el que el imperio británico se tambaleaba vio la oportunidad de lograr los objetivos sionistas alineando sus intereses con los ingleses, haciéndoles creer que les podrían ayudar en la guerra.
Durante la Primera Guerra mundial el Reino Unido se tomó muy en serio a esta pequeña organización que representaba los intereses judíos, por la creencia de que sus miembros tienen un gran poder económico y político internacional. En aquella época, en toda Europa y Estados Unidos se creía de la existencia de un poder global y secreto judío. David Lloyd George, ministro de hacienda durante los inicios de la guerra, posteriormente de armamento y de guerra y finalmente primer ministro, confirmó esto personalmente ante la Comisión Peel. A partir de dicha suposición, en 1917 Arthur James Balfour (ministro de asuntos exteriores) redactase una carta formal conocida como la “Declaración Balfour” en la que manifiesta la intención del Reino Unido de ayudar la formación de una unidad nacional judia y su establecimiento en Palestina. Era, nuevamente, una cuestión estratégica. Una promesa a cambio de favores para ganar la guerra. Este documento acabaría alcanzando gran relevancia internacional, porque aunque para entonces tanto el movimiento sionista como la población judía en Palestina eran pequeña, ayudaría a su crecimiento y reconocimiento internacional. Con la intención de ganarse su favor, los británicos distribuyeron panfletos por todas las comunidades judías de todo el mundo, anunciando dicha declaración. Incluso se lanzaron desde aviones en territorio enemigo como Alemania y Austria, pero también en la Rusia comunista. Como efecto secundario, se avivó el deseo popular de una nación judía en palestina, algo que quizás hasta entonces solo representaba el pensamiento de las élites.
Al terminar la guerra, el problema de ambas promesas en conflicto ya era evidente y trató de solucionar con una serie de cumbres a tres partes, la Inglesa cuyo representante era Lawrence de arabia, la árabe con el príncipe Faisal y la judía con Weizmann al frente. Partiendo de la misma creencia del poder Judío, se creyó que este pueblo podría ayudar al árabe para la reunificación de los territorios árabes. Faisal acepta las aspiraciones judías con la condición de que el territorio sea árabe y el asentamiento judío forme parte de su reino. Al fin y al cabo, el territorio que sería Israel era una porción muy pequeña de ese gran reino sirio. Por eso, en aquel entonces los Hachemitas, más moderados y tolerantes de lo que hoy percibimos en la cultura árabe, incluso promovieron el regreso del pueblo judío a territorio histórico. Finalmente firmarían un acuerdo de colaboración mutua para desarrollar ese futuro estado árabe y confirmación de la autonomía judía dentro del reino árabe. La idea era la creación de una nueva potencia mundial independiente de los estados de Europa, gracias al poder económico judío que ayudaría a llevar las innovaciones tecnológicas al territorio.
Ya en 1919, en la conferencia de paz de París, esperan lograr el reconocimiento internacional de dicho acuerdo. Aunque se suponía que en dicha conferencia los estados participaban como iguales, se evidencia que en realidad, serían las potencias vencedoras (Británicos, Americanos y Franceses) las que manejarían el poder en su beneficio. De hecho existía una tercera promesa, esta vez secreta, entre Franceses y Británicos para repartirse el dominio del territorio llamado “oriente próximo”. El acuerdo entre árabes y judíos resultó ser irrelevante.
Promesas coloniales
En 1916, los representantes de Francia e Inglaterra negociaban en secreto como se repartirían el territorio otomano tras la guerra. Aunque los pueblos árabes habían servido de ayuda en la guerra, sus intereses chocaban con los de Francia. Desde un punto de vista británico, era mejor evitar disputas con los franceses, que era un potencia, que con los árabes. Ambas potencias evitan así disputas y quedan satisfechas, a costa del sueño árabe.
Firmarían el “Acuerdo Sykes-Picot” en el que se los dividían el territorio en dos partes de influencia. Su realización explica en gran medida los problemas actuales de la región. Dicha división, se materializó con la creación de estados artificiales, sin tener en cuenta las realidades sociales, culturales y geográficas existentes. Con el paso del tiempo, estos estados artificiales fueron percibidos por su población como reales al crear nuevas identidades inexistentes originalmente. Esto supuso en definitiva un cambio radical en toda la región que desencadenaría en nuevas tensiones políticas.
Con dicho acuerdo, los británicos se aseguraban sus intereses relacionados con la India, es decir, la protección de las rutas comerciales, así como el suministro de petróleo. Por su parte, los franceses tendrían su parte del pastel asegurando su influencia en territorios árabes, principalmente en Siria y Líbano. Territorios que en 1920 invadiría expulsando a los Hachemitas de Damasco por la fuerza.
Inicialmente, cuando dicho acuerdo se hizo público, al finalizar la I Guerra Mundial, esto generó una oleada de protestas árabes en contra del colonialismo europeo, incluyendo Palestina que se sentían parte de Siria. Desde el punto de vista árabe se sustituye una conquista, la otomana, por otra, la europea. Para apaciguar los disturbios se crea entonces un sistema de mandatos en los que los representantes europeos mantenían el gobierno de los estados mientras se facilitaba su transición a la independencia. Existían tres categorías de mandatos, A, B y C, según las características de los nuevos estados. Los estados de tipo A serían los primeros en obtener la independencia y los C los últimos. Palestina, a cargo de Inglaterra, era de tipo A.
Desde el punto de vista Francés, sin embargo, el nacionalismo árabe ponía en riesgo sus colonias en el norte de África. De ahí que rechazaran la posibilidad de crear un reino árabe en Siria (territorio bajo su mandato) y la expulsión forzosa de los hachemitas. Tras desaparecer la posibilidad de una gran Siria, aparecen nuevos nacionalismos también el palestino.
A diferencia de la los intereses árabes, los judíos no chocan con los de las potencias europeas. Por eso, el acuerdo con los ellos si se mantuvo. Y dado que los árabes de Palestina combatieron en el bando otomano, no se les tuvo en cuenta a la hora de asignar el derecho a los judíos para su asentamiento y creación de un estado independiente en su territorio. Sumando a esto el recién y contingente sentimiento nacional Palestino, se crean en 1920 los primeros conflictos de convivencia entre Judíos y Palestinos.
Un año más tarde, en 1921, al mentenerse las hostilidades árabes en la región, con la intención de recuperar siria, Winston Churchill (Ministro de colonias) en la “Conferencia del Cairo” decide, como compensación, entregar a Faisal una porción del mandato británico, lo que se llamó Irak. A su hermano Abdulah se le entregó su porción más occidental, Transjordania, durante 6 meses a modo de prueba. En caso de que su gobierno fuera considerado aceptable por los Británicos, pasaría a ser permanente. Así se formó el reino actual de Jordania.
Estas divisiones aleatorias, creadas entre 1917 y 1922, formando nuevos estados generaron nuevos conflictos internos, de origen tribal y étnico, que dificultarían su desarrollo. En definitiva, se saboteó el nacionalismo árabe y se garantizaron los intereses británicos y franceses en la región.
Ya en 1922 se creó el mandato forzado, en contra del pueblo palestino, Israel-Palestina, que contenía el texto literal de la Declaración Balfour. Dicho mandato sería ratificado tanto por el parlamento británico como por la Sociedad o Liga de las naciones. Por un lado, se empoderó tanto el sentimiento nacionalista palestino, al crear un estado con ese nombre, como el Judío, al asignarle un territorio de asentamiento. Por el otro, se fuerza a ambos pueblos, uno de ellos proveniente del extranjero, con nuevos sentimientos nacionalistas a convivir en un mismo estado pero con fronteras internas delimitadas.
Evolución del conflicto
Referencias
Bibliografía
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