Toda sociedad se enfrenta continuamente a retos. Hay problemas de toda índole que solucionar, y recursos limitados.
La gran batalla política, lo que centra el debate público, aparenta ser el “cómo” solucionar esos problemas. Parece que los partidos de izquierdas tienden a emplear unas recetas mientras que los de derecha otras distintas. Por cierto, todos conocemos y somos capaces de identificar los patrones de dichas soluciones típicas.
Cierto es, que son problemas muy complejos y que se pueden solucionar de distintos modos dependiendo de las prioridades que engloban cada corriente ideológica. Por supuesto, lo que para unos es una solución para otros puede ser considerado un error, hasta contraproducente.
Diseñar soluciones que por un lado sean efectivas y que además contenten a la gran mayoría es harto dificil. Casi imposible. Sin embargo, antes de empeñarse en encontrar soluciones primero hay que identificar dichos retos o problemas. Aquí es donde, creo yo, radica la gran diferencia real entre la izquierda y la derecha.
Por cierto, la clasificación de diferencias políticas en dos únicas categorías me parece anacrónica y absurda. Creo que ya es hora de olvidar esta forma de pensar tan simplista que dificulta la existencia, incluso conceptual, de combinaciones ideológicas “originales”. Esta visión limita en realidad las opciones de los propios partidos, pues no se atreven a ofrecer alternativas poco ortodoxas en una cuestión mientras mantienen una posición más conservadoras en otras. Hoy en día ser de izquieras implica ser feminista y ecologista, por poner un ejemplo. ¿No es posible un partido de derechas, con ideas económicas liberales, que también sea feminista y ecologista?. Esta concepción de izquierdas y derechas sólo beneficia la continuidad de un sistema bipartidista. Que esto se considere bueno o malo, es otra cuestión.
Resumiendo, hay dos cuestiones clave para que un debate político tenga mayores probabilidades de resultar fructífero y que deben de abordarse ordenadamente:
En muchas ocasiones partidos de ideologías “opuestas” pueden estar de acuerdo en cuales son los problemas, pero no se ponen de acuerdo en el como solucionarlos porque las razones por las que una cuestión la identifican como algo a mejorar/eliminar/mitigar son distintas. He aquí el quiz de la cuestión. Lo ideal sería que, dejando de un lado intereses partidistas, las diferentes fuerzas políticas se esforzaran en cooperar identificando los “porqué” compartidos. Y sólo así serían capaces de encontrar soluciones comunes. Quizás sean soluciones parciales (porque se apartan las razones no compartidas) pero supondría un avance. Uno que además tiene pocas posibilidades de cambios de rumbo en caso de cambios de poder en las siguientes legislaturas, porque son soluciones acordadas por varias partes.
Tiene sentido haberme extendido en lo anterior porque uno de los grandes problemas de la política es que no centran los recursos en los retos y problemas reales. Como ya mencionamos en apartados anteriores, los intereses políticos y partidistas desvían la atención y los recursos de lo importante a lo llamativo. Es la base de los populismos. A veces, cuando si se ocupan con problemas estos han cobrado ya un carácter urgente (se ha tardado demasiado en actuar) y, ahora, las soluciones también serán urgentes, o dicho de otro modo, más o menos improvisadas y unilaterales. Hay muchas posibilidades de que se traten de soluciones poco eficientes, incluso ineficaces y que, al no estar acordadas, tengan una corta vida. Será probablemente derogadas en el próximo viraje político, habiendo resultado en un malgasto de recursos por duplicado. La otra opción es que a problemas urgentes se trate de hacer bien el trabajo, pero en ese caso posiblemente se llegue demasiado tarde y quizás lo que antes habría resultado eficaz ahora ya no o que se tengan que ampliar considerablemente los esfuerzos. En cualquier caso, de nuevo, se concurre en un malgasto de recursos.
La última y peor opción, sin embargo, sería, no hacer nada. Dilatar los debates y plazos de enmiendas interminablemente (como suelen hacer), lo cual generará en el futuro todo tipo de problemas adicionales, que también requerirán solución. Así, no solo ni siquiera se soluciona tarde el problema, sino que se generan nuevos que requerirán aún mas recursos. Se ha creado un ciclo vicioso. Continuamos con el despilfarro, eso sí, pues tendrá que ser otro en el futuro el que despilfarre. En ese caso, se le atacará por ello. No importa si hemos sido nosotros los causantes del problema. Si “la mala suerte” hace que se nos ataque por ser los causantes, nos defenderemos diciendo que antes de nosotros estaban ellos y tampoco hicieron nada. Falacias y debates infantiles que no llevan a nada, salvo al desprestigio (merecido) de la política e instituciones públicas y, lo que es más preocupante, a la decadencia social.
Lo más deseable para cualquier estado es maximizar las opciones de que la política se encargue incansablemente de identificar problemas existentes y previsibles; diseñar ágilmente soluciones eficaces acordadas con la mayoría (fuerzas políticas y resto de agentes sociales), ejecutarlas sin dilación y controlar si los resultados son los esperados para, en caso contrario, adaptarlas. Esto no es otra cosa que una política de Calidad.
Si se es responsable, esta es la única forma de hacer las cosas. Hacerlas bien.