«Los Peligros de la Moralidad» es una obra del Psiquiatra Pablo Malo.
El libro presenta tres mensajes principales que fundamenta el autor a partir de un extenso recopilatorio de bibliografía específica y estudios científicos:
Cuando nuestras acciones morales se basan en principios morales («ética deontológica») se activan regiones cerebrales relacionadas con las emociones. El castigo por ejemplo activa los circuitos de recompensa del cerebro, nos resulta placentero.
Cuando dichas acciones se basan en juicios basados en las consecuencias («utilitarismo») se activan regiones relacionadas con el funcionamiento cognitivo.
Es decir, nuestros juicios morales parecen ser intuitivos (a partir de la emoción) pero también pueden ser fruto del razonamiento lógico.
La psicopatía o la psicopatía adquirida (accidentalmente) son excepciones neurobiológicas. Hay que saber distinguir entre la incompetencia mental o intelectual de la incompetencia moral. Saber lo que está bien o mal no implica poder hacer el bien y el mal. Hay personas con conductas gravemente alteradas como consecuencia de enfermedades a pesar de mantener una cognición normal.
La evidencia científica sugiere la existencia de una red neuromoral en el cerebro que promueve la cohesión social y la cooperación. Esta red comprende principalmente la CPFVM (corteza prefrontal ventromedial), la COF/VL (corteza orbitofrontal y ventrolateral), la CPFDL (corteza prefrontal dorsolateral) y la amígdala.
Es decir, que la moralidad tiene una base neurobiológica.
Como otros simios, los seres humanos son jerárquicos innatamente. Nuestra evolución permitió una «transición política» que facilitó al ser humano vivir de manera igualitaria en bandas que castigaban o mataban al macho alfa que trataba de dominar al grupo.
En los chimpancés, a diferencia de los gorilas, los machos alfas no pueden basar su dominio únicamente en la fuerza sino que tienen que ser capaz de crear alianzas y conseguir apoyos. Nuestros antepasados comunes se dieron cuenta en algún momento de que los débiles unidos pueden derrotar al más fuerte.
El cotilleo es un mecanismo social muy útil en el que los miembros comparten con el resto conductas que no les gustan. Sirve como medio de información y como precursor del control y dominancia de abajo a arriba y horizontal.
Se formaron así las «jeraquías de dominancia inversa» que permiten crear un estado de igualdad frágil que se consigue por medio de la cooperación, entre criaturas que están innatamente predispuestas a la jerarquía.
En estas condiciones se crearon matrices morales de normas y castigos. aquellos capaces de mantener una buena reputación eran recompensados con confianza, cooperación y prestigio por parte de los demás favoreciendo su capacidad reproductiva. Los que no cumplían dichas normas tenían que enfrentarse a las sanciones que podrían incluso suponer su exilio o muerte, reduciendo sus capacidades reproductivas.
El resultado final es un proceso de autodomesticación, donde se seleccionaron los miembros más dóciles y útiles desde un punto de vista social.
Del mismo modo que el grupo es capaz de controlar ciertos comportamientos «negativos» como excesiva agresividad o dominancia; cualquier situación en la que los individuos se sientan oprimidos pueden «reaccionar» uniéndose a otros para resistir, limitar o eliminar al opresor.
Se trata de una tensión continua entre libertad-opresión y autoridad-sumisión. Es decir, se acepta la autoridad como bien grupal pero se controla continuamente para que no se convierta en una tiranía y provecho propio.
No se trata simplemente de altruismo recíproco (de justicia o equidad) sino de dominancia inversa.
Nota: Esta es la matriz moral básica de comportamientos revolucionarios y luchadores por la libertad. La acumulación y el abuso del poder o el acaparamiento de la riqueza desencadenan este mecanismo.
Nota: En términos políticos modernos, el odio a la opresión existe en ambos lados del espectro político. La diferencia parece que la izquierda es más universalista, se pone al servicio de los pobres, víctimas y oprimidos de todo el mundo. Los conservadores se preocupan más por sus propios grupos. Favorecen la libertad frente a la igualdad, al contrario que la izquierda.
El instinto moral es universal como el del lenguaje. Aparece en todas las culturas, al igual que el lenguaje. De hecho aparece de manera muy temprana en los bebés.
Esto sin embargo, no quiere decir que sea la misma en todos los pueblos. Las reglas morales están mediadas culturalmente y, por tanto, son distintas en diferentes partes del mundo. No existe consenso científico a la hora de determinar si es posible o no unas reglas morales comunes y universales.
En lo que si existe un consenso generalizado es en qué es la moralidad y cual es su origen desde un punto de vista evolucionista. La moralidad es el resultado adaptativo para promover la cooperación y supervivencia del grupo. Diferentes lineas de investigación (teoría de juegos, psicología, sociología, etología y antropología) lo sugieren.
Existen diversos puntos de vista de lo que significa moralidad. Una definición occidental clásica se basa en que la moralidad va de como tratamos a los demás.
Otra visión más moderna se basa en su utilidad para facilitar la vida social.
Estudios experimentales con situaciones hipotéticas han demostrado que la mayoría de la gente dice que existen situaciones que están mal, aunque no haya daño para nadie.
Cuando sus conclusiones morales se fundamentan en las emociones lo habitual es un razonamiento apasionado. Hasta el punto de que la gente fabrica consecuencias dañinas para justificar la condena moral que sienten de manera intuitiva.
> Ejemplos: Comerse un perro está mal y puede crear enfermedades; El sexo entre hermanos está mal (incluso usando preservativos) porque puede crear enfermedades en los hijos.
Es decir, se tiende a racionalizaciones a posteriori. Primero es la intuición, las pasiones, y luego la razón. Si la gente quiere llegar a una conclusion, encontrarán la manera para justificarla, pero la conclusión es previa («Primera ley de la psicología moral»).
Además los dominios morales varían entre culturas. La moralidad no va de como tratamos al otro, sino de unir a los grupos, apoyar las instituciones esenciales y vivir de una manera «noble» («Segunda ley de la psicología moral»).
Según algunos autores tres grandes grupos de temas morales:
Estos tres bienes refuerzan la dignidad humana y autoestima, pero entran en conflicto entre ellos.
En sociedades occidentales, más individualistas, la ética de la autonomía tiene más peso, que en las sociedades asiáticas donde la comunidad es más importante.
Desde el punto de vista psicológico como fundamento de la moralidad, otros autores establecen una clasificación en seis campos, que se pueden relacionar con la clasificación anterior (ver tabla pag. 53):
Curiosamente esto puede explicar en cierto modo la bipolaridad de la política (izquierda o derechas; republicanos o demócratas, progresistas o conservadores).
Los progresistas basan su ética en los dos primeros principios. Los conservadores además de estos también incluyen el resto, que generalmente son rechazados por la izquierda. Es una cuestión de sintonía y amplitud del espectro moral.
Parece que existen una serie de conductas como la injusticia, deslealtad, el robo, el incesto, incumplir compromisos o falta de reciprocidad que son juzgadas de forma negativa en todos lugares.
Hay autores como Oliver Scott Curry que creen que si existe una moralidad universal, en su estudio de setenta sociedades ha identificado siete normas comunes:
Todas son conductas cooperativas y lo interesante es que no hay contraejemplos en ninguna cultura donde alguna de ellas sea considerada como mala.
Aún así hay que aclarar que aunque las reglas generales son las mismas, su interpretación y modo de aplicación puede variar notablemente.
Cada una de las normas anteriores surgen como respuesta a problemas de cooperación concretos a saber:
En resumen los valores morales reflejan distintos tipos de cooperación bajo distintas condiciones sociales y ecológicas. Tal vez por eso, la única manera de que todos tuviéramos la misma moral sería un estilo y condiciones de vida exactamente iguales en todas partes.
Una curiosidad de estas reglas es que predicen que el daño al servicio de la cooperación (por ejemplo, autodefensa, castigo, venganza) se considerará moralmente bueno.
La moralidad puede legitimar la inmoralidad.
Esta teoría ayuda a entender cómo percibimos el daño y como reaccionamos ante él, así como fenómenos relacionados como el victimismo o el proceso de moralización.
Esta teoría plantea que la mente humana hace plantillas o modelos de muchas cosas, incluyendo las transgresiones morales. Sus elementos claves, la intención y el dolor.
La díada o pareja moral es asimétrica y está compuesta por un agente intencional (perpetrador) y un paciente que sufre (víctima). La esencia de la inmoralidad no sólo es el daño, sino el daño intencionado. Hay datos que soportan que percibimos las mentes en dos dimensiones: capacidad de sufrir y capacidad de intencionalidad y acción.
Lo que se observa es que el reconocimiento de derechos se correlaciona con la capacidad de sufrir; y la responsabilidad (legal o moral) se correlaciona con la percepción de agencia.
Existen dos fenómenos interesantes que dieron lugar a la formulación de la teoría:
Finalización de la díada: Nos sentimos impelidos a completar la pareja moral cuando parece que está incompleta. Aunque no sea así, cuando vemos un agente moral (un culpable o que hace algo malo) deducimos la existencia de una víctima. Lo opuesto también es cierto, cuando percibimos que alguien sufre, deducimos que hay un culpable.
Encasillamiento moral: La gente es catalogada como agente moral (con responsabilidad) o paciente moral (con derechos y capacidad de sufrir). No como ambas cosas a la vez. Esto dificulta la posibilidad de ver a alguien que previamente ha sido calificado como villano previamente se le pueda ver como víctima posteriormente o viceversa. Esto es un sesgo que puede ser explotado para manipular nuestra opinión. Quien se presente como víctima o mostramos nuestras virtudes dificultamos que se nos vea de la manera contraria.
Nota: Planteamientos como el feminismo que presenta a las mujeres como victimas de los hombres dificulta que los hombres puedan ser percibidos como víctimas de discriminación y de serlo sería causado por ellos mismos.
Como resultado de las teorías anteriores podemos concluir que la moral es múltiple. Que las decisiones morales so tomadas por diferentes «voces morales» dentro de nosotros o por diferentes mecanismos de cooperación. Es habitual que unos principios choquen con otros en situaciones complejas que crean «dilemas morales». Dichos dilemas existen porque distintos sistemas psicológicos dan diferentes respuestas al mismo problema o porque la importancia de unos principios prevalecen sobre otros de manera difusa. En cualquier caso, una parte de nosotros nunca queda satisfecha con la opción que escojamos.
Uno de estos dilemas es el llamado de la «suerte moral» que cuestiona si debería la diferencia accidental en el resultado de una acción/omisión hacer que la valoración moral de la misma también sea distinta. ¿Debería la valoración de un acto depender de la suerte? El mismo acto puede concluir sin mayores consecuencias o con algún muerto.
> Por ejemplo, conduciendo borracho. ¿es peor conducir borracho si se ha causado un accidente que conducir igualmente borracho y que por suerte no pasara nada?
Intuitivamente solemos responder que sólo es moralmente justo evaluar a una persona por factores que están bajo su control («principio de control»).
Los sistemas morales emplean tal y como describe la «teoría de la díada» perciben dos dimensiones:
El problema de este mecanismo psicológico es que en caso de daño accidental se producen resultados contradictorios. El sistema basado en el resultado se dispara dando una valoración negativa, mientras que el sistema de que analiza el estado mental da una valoración positiva por la ausencia de intencionalidad.
Base emocional: Las respuestas emocionales, como la empatía, son la base de la moralidad. A partir de dichas emociones se generan las reglas morales.
Subjetividad: Lo que un pueblo considera moral (bueno) otro lo puede considerar inmoral (malo). Cada cultura determina sus propias normas y lenguajes morales.
Nuestras creencias morales son ilusiones y no las mantenemos porque sean ciertas sino porque son útiles para regular nuestra vida social.
Existen ciertos valores que parece que si comparten la mayoría de sociedades humanas como (Ama a tu familia, Ayuda a tu grupo, Devuelve los favores, Sé valiente, Obedece a la autoridad, Sé justo, Respeta la propiedad de otros). En cualquier caso, la manera en que se interpretan dichos «mandamientos morales» no es univoca.
Progreso moral: A partir de la «plantilla moral» que traemos de fábrica (cierto sentido de moral, capacidad de empatía y compasión, sentido de imparcialidad e igualdad y sentido de la justicia), la cultura condiciona los valores morales. La historia de la humanidad determina enormemente nuestros valores (dónde y cuándo vivamos). Nuestro desarrollo individual, a través de la capacidad de razonamiento nos permite evolucionar moralmente.
Maleabilidad: Como consecuencia de lo anterior, es normal que los principios morales evolucionen con el tiempo.
Tribalismo: No se aplica a todos los seres sino que su ámbito de aplicación se limita a nuestro grupo de pertenencia. Es decir, no empleamos las mismas normas con los individuos de nuestro grupo (Nosotros) que con los individuos fuera de el (Ellos).
Las reglas morales de “debe” o “no debe” se han de entender entonces en el contexto del grupo y no necesariamente aplica a los demás.
El sentido identitario es el que determina la pertenencia a un grupo determinado. Cuestiones inherentes como la raza, sexo, edad, etc. son relevantes pero también otras no definidas biológicamente sino culturalmente como las ideologías y creencias.
Cooperación/competición: La moralidad es el resultado de una adaptación evolutiva para la colaboración (intragrupo) que permita competir eficazmente con otros grupos.
Las convicciones morales difieren de otro tipo de creencias en que estas se viven como «mandatos o imperativos morales». Esta diferencia tiene importantes consecuencias en la vida social y política.
Una característica de los principales debates que dividen a la sociedad (aborto, matrimonios homosexuales, pena capital o eutanasia, por ejemplo) es que por lo menos uno de los bandos (normalmente ambos) define su posición cen términos morales, es decir, en términos de «bueno» o «malo». Cada bando siente que que es evidente y obvio que su postura es la correcta, porque es moralmente buena, y mantener la contraria no sólo es estar equivocado sino inmoral.
Los asuntos que se contemplan con una perspectiva moral quedan cerrados al compromiso o a los acuerdos y la gente se siente motivada a actuar y a luchar en contra de lo que consideran sin duda moralmente malo.
A diferencia de las convicciones morales, las preferencias personales no están reguladas socialmente, se respetan y dejan a elección privada. Son cuestiones de gusto, no se consideran ni buenas ni malas, simplemente diferentes.
Las convenciones son nociones que si se comparten social y culturalmente acerca de la forma en que, normalmente, se hacen las cosas. Se espera que las personas compartan y sigan esas costumbres o normas pero no se espera que los que no pertenecen al grupo tengan que adherirse a ellas.
Los imperativos morales por el contrario se generalizan y se aplican con independencia de los límites del grupo: el bien es el bien y el mal es el mal, para todos. Dicho de otro modo, los mandatos morales limitan la tolerancia y la libertad personal porque no sólo obligan al que las tiene sino a los demás también, aunque no los compartan.
Los mandatos morales se experimentan como universales, objetivos y verdaderos, que impulsan a la acción y justifican nuestra conducta.
Las convicciones morales se asocian a intolerancia porque no hay espacio para otros puntos de vista: lo bueno es bueno y lo malo es malo. Las características anteriores, especialmente la autonomía, suponen la posibilidad de juzgar a las propias autoridades en base a sus certezas morales. Esto puede llevar a pensar que el sistema está mal o roto, lo que puede derivar en desobediencia (incluso de leyes) con el riesgo de violencia y conflicto que eso implica en la sociedad.
Aunque los seres humanos somos muy sensibles a la presión social y nos dejamos llevar por la opinión de la mayoría, cuando existen fuertes convicciones morales no se dejan influir, se distancian, se resisten y hasta se oponen.
Las convicciones morales dificultan la resolución de conflictos ya que generan inflexibilidad y no pueden aceptar compromisos o cesiones en una negociación que implique asuntos morales.
Dada la capacidad motivadora, las creencias morales son un motor para el activismo, la implicación y participación activa en la vida política. No obstante, dado que las cuestiones morales no permiten ser acordadas entran en conflicto con las reglas democráticas. A mayor moralización de cuestiones políticas más polarización y menos posibilidad de acuerdo.
La moralidad es imperativa mientras que la justicia es normativa y, por tanto, negociable. Cuando hay fuertes convicciones, y estas entran en conflicto con la justicia, la moralidad se considera está por encima. Incluso las personas aceptan cualquier medio para alcanzar el resultado deseado, incluyendo la mentira y la violencia.
Las mayores barbaridades de la humanidad fueron motivadas por convicciones morales y perpetradas por personas normales, pero convencidas de su superioridad moral.
La reciprocidad tiene dos formas:
La reciprocidad indirecta es una forma más sofisticada ya que se basa en la reputación y la transmisión de información social. Ambos aspectos están relacionados.
La forma indirecta es posible porque en el seno de un grupo cualquiera todos los miembros están siendo monitorizados por el resto que valoran constantemente la «calidad» de las acciones/comportamientos de cada uno. Posteriormente, estas valoraciones son transmitidas a los demás miembros por medio del cotilleo.
Como consecuencia, los seres humanos son más altruistas cuando saben que están siendo observados, porque es consciente que su acción mejorará su reputación. En última instancia se trata de un acto egoísta.
Consideramos que la virtud es un atributo de la persona y no pensamos que alguien puede ser «bueno» en una situación y «malo» en otra, es decir, no vemos la virtud como un atributo de las acciones/decisiones.
La represalia es otra forma de reciprocidad, pero esta vez no se trata de una interacción positiva sino negativa. Tenemos la propensión de castigar a los que se hayan portado mal, con nosotros (directa) o con los demás (indirecta).
El prestigio es la valoración general sobre un individuo como consecuencia de sus interacciones con los demás. Es un aspecto muy importante para la navegación individual en las jerarquías del grupo. Básicamente hay dos formas de navegar en las mismas:
Ambos reflejan distintos patrones de conducta pero comparten un mismo fin: ascender en el rango social. En un caso, el poder se obtiene a la fuerza, en el otro se otorga libremente.
En cuanto a los rasgos de personalidad habituales son:
En lo relativo a los tipos de emociones se asocian con:
Cuando a las personas dominantes se les asegura el poder o existe un conflicto/competición contra otros grupos tienden a disminuir sis conductas negativas y antisociales. De hecho, en momentos de conflicto las personas prefieren líderes dominantes.
Existe además otro aspecto interesante, la relación de estatus y la atención social. Parece ser que la propia atención social genera estatus. Por eso, las personas buscan mantener la atención social continuamente, algo evidente en las redes sociales.
El estatus se relaciona con distintas emociones, las más relevantes son:
Un estímulo supernormal es la exageración de un estímulo cualquiera. Nuestros instintos nos llevan a responder a ciertos estímulos o rasgos de formas predeterminadas. Si se amplifican dichos rasgos se puede engañar al individuo para desatar una respuesta más intensa.
En las sociedades existen hay personas que sabiendo esto se aprovechan explotando esta vulnerabilidad psicológica.
El éxito de la comida basura, la pornografía, las redes sociales, los teléfonos móviles, la moda, maquillaje, implantes mamarios, novelas románticas, espectáculos deportivos, programas de cotilleo en la televisión, etcétera. se explica a partir de este concepto.