¿Que es la censura? ¿La censura es deseable? ¿Razones de la censura? ¿Quien puede/debe censurar? ¿Modos de censura? ¿Cuando se censura?
En principio la censura consiste en evitar que cierta información se propague y alcance ciertos destinatarios.
Sean cuales fuera las motivaciones concretas de quien censure, estas están siempre relacionadas con los agentes de la comunicación, es decir, el emisor y/o el receptor; así como el contenido del propio mensaje, que en cualquier caso se consideran inadecuados.
Determinar si la censura es deseable, requiere de una valoración previa sobre si es bueno o malo. Nada es absoluto, por lo que las conclusiones están sujetas a graduación y no se pueden limitar al propio hecho, sino también a las circunstancias en que se lleva a cabo y sus motivaciones concretas.
Resulta evidente, que quien censura es porque puede, es decir, porque tiene cierto control o influencia sobre los agentes, el mensaje y/o el canal de transmisión; y porque quiere, es decir, porque vislumbra algún beneficio en evitar la transferencia de esa información.
Antes de analizar cualquier asunto, me gusta identificar mis propios prejuicios que pudieran condicionar el resultado.
En este caso, mi idea general sobre la censura es negativa. Mi primer pensamiento sobre ella es que es mala, porque es una forma de manipulación. La identifico rápidamente con su uso por regímenes políticos totalitarios para controlar a la población manipulando la opinión pública.
Un segundo pensamiento, ya mas sosegado me trae la imagen de una madre y su bebé, al que trata de proteger evitando exponerlo a cualquier situación potencialmente traumática. Pienso concretamente en como los progenitores habitualmente evitan que sus pequeños vean películas o dibujos que consideran inadecuados - por su carácter violento o sexual entre otros.
Por tanto mis prejuicios concluyen rápidamente que la censura en general es mala, aunque no siempre.
Ante esta situación, voy a tratar de desgranar el asunto con el mayor detalle posible para llegar a una conclusión razonada y crítica sobre si la censura es buena o mala y deseable o no, teniendo en cuenta un amplio abanico de posibilidades circunstanciales. Dicho esto, el primer paso sería tratar de categorizar dichas circunstancias ya que seguramente ayude a ordenar las ideas.
Hay que tener en cuenta, que las siguientes categorizaciones son puramente ficticias, y por tanto, es muy probable que no sean excluyentes entre unas categorías y otras, e incluso que admita cierta graduación dentro de una misma:
Es condición necesaria pero no suficiente para considerar un mensaje como relevante si su contenido es objetivamente cierto. Del mismo modo, la incapacidad para determinar su veracidad no es suficiente para considerarlo como irrelevante. Otro criterio a tener en cuenta puede ser la capacidad para influir en la opinión o visión sobre las cosas.
Visto lo anterior y de manera intuitiva, parece que existen extremos de valoración sencilla. Personalmente, puedo imaginar infinidad de casos cuyas motivaciones y consecuencias directas son negativas, por lo que es fácil catalogarlos como inmorales o malos y por tanto, indeseables. Otros a su vez, no parecen tan dañinos, por lo que se les puede catalogar como «más buenos» o mejores.
Empleando el resultado del ejercicio anterior, parece que algunos de las categorías son neutrales - si se consideran aisladamente- con relación a la bondad de la censura y que los mejores modos son aquellos que cumplen con las siguientes condiciones:
Todas estas condiciones garantistas dejan muy poco margen para la censura, sería difícil llevarla a cabo pero no imposible. En general, seguiría siendo aplicable para la protección por parte de un agente sobre otro menos capaz en situaciones que se consideran dañinas para el segundo.
No obstante, una censura colectiva y sistemática sigue resultando cuanto menos incómoda de aceptar, especialmente considerando el derecho actual y los precedentes históricos. Hay, por tanto, que profundizar más aún para encontrar una respuesta satisfactoria.
En este punto, aún nos queda pendiente determinar si parte del rango que acota todos los casos de censura posibles cruzan el límite imaginario de lo malo a lo bueno, o si por el contrario, a pesar de encontrarse más cercanas a la bondad siguen en el lado de lo malo e inmoral.
En cualquier caso, existirán una serie de consecuencias indirectas, más allá de las que se esperan obtener, de todo tipo y en distintos campos cuyas implicaciones probablemente escapen a nuestro entendimiento e imaginación. Incluso asumiendo que las motivaciones son aceptables y se cumplen unas mínimas garantías similares a las anteriores, no se debe simplificar la valoración de las consecuencias limitándonos a una escala de negativas o positivas.
En principio, cuanto mayor impacto tenga la censura mayor serán sus consecuencias, directas e indirectas. A su vez, la amplitud del impacto se ve afectando tanto por: la frecuencia y ámbito de aplicación; como por la relevancia de la información.
Hay que asumir que en cualquier caso la censura oculta parte de la realidad a los ciudadanos, incluso si la información es falsa. En muchos casos, el propio hecho de recibir un mensaje, independientemente de su contenido, ya aporta información potencialmente útil para el receptor crítico, ya que se puede, por ejemplo, identificar su origen e intencionalidad. Estar expuestos a información incómoda, confusa, contradictoria o que trate de manipular nuestra opinión, es en cierto modo, una manera de adquirir las capacidades necesarias para desarrollar un pensamiento crítico e independiente. Luego, vivir en un ambiente informativo mas simple y estéril, reduce esta oportunidad convirtiéndonos previsiblemente en sujetos más crédulos. Por otro lado, esto nos libera de ruido y facilitando previsiblemente el acceso a información relevante.
Por otro lado, las censuras generalizadas y sistemáticas, si no requieren de consenso unánime, aunque las garantías y mecanismos de control establecidos sean considerables pueden generar rechazo y recelo social. Incluso existiendo dicho consenso, con el paso del tiempo, si la censura es efectiva y su aplicación revierte en la modificación del problema que la motivó, estas razones y causas eventualmente se disiparán en la memoria colectiva. Esto en última instancia facilitará que surja este rechazo, incluso cuando inicialmente no existió.
Si este tipo de situaciones no son gestionadas adecuadamente se corre el riesgo de que la medida sea contraproducente y genere más daño que el que inicialmente se buscaba evitar.
Por supuesto, la propia implantación, ejecución, control y mejora de la censura impone sus propios riesgos inherentes que hacerse realidad podrían tener consecuencias devastadoras en cualquier sociedad. Si cualquiera de estas fases no lleva a cabo adecuadamente su cometido, el propio sistema inicialmente diseñado para el bien común se puede convertir fácilmente en nocivo y tirano. A fin de cuentas, la información es poder y si esta llega a ser controlada eficaz y malintencionadamente, dicho poder le es arrebatado al afectado en beneficio de quien la controle.
El propio hecho de evitar que un mensaje llegue a su destinatario, sin importar como, siempre supone la vulneración de algún principio fundamental - desde el punto de vista de las sociedades occidentales liberales de la actualidad, basadas en estados de derecho y democráticos, especialmente si se trata de información veraz y relevante. En concreto, se atenta sobre las libertades, ya que: o se vulnera la libertad de expresión del emisor; o la libertad de pensamiento y opinión del receptor al que se le priva deliberadamente de información que quizás sea útil para formarla.
La afirmación anterior únicamente sería discutible en el caso excepcional donde el afectado sea consciente, acepte e incluso promueva la censura, ya que esta situación supone una renuncia voluntaria a dichas libertades. Aún así es discutible por varias razones: porque su renuncia voluntaria afecta a otros ciudadanos que no la acepten; porque, aunque se establezcan garantías y controles, el propio acceso a información sin límites es una forma de garantía y control sobre los poderes. La renuncia a este derecho supone un riesgo.
Resulta paradójico que, de darse el caso anterior y como dicha renuncia se efectúa sin conocimiento sobre la información que se acabe censurando (que es el propio objeto de la autocensura), se pueda llegar a una situación particular en la que de conocerla, quizás no se aceptase.
Por tanto, asumir el riesgo de la autocensura o censura por otros agentes aceptada voluntariamente, supone un acto de fé sobre su correcta aplicación. Cualquier cesión de poder, en definitiva, es eso mismo y no tiene implicaciones moralmente positivas o negativas intrínsecas. Sin embargo, para asegurar que su aplicación es la prevista inicialmente y que sus efectos los esperados, se requiere del establecimiento de mecanismos de mitigación y control suficientes para minimizar el riesgo y sus posibles efectos negativos en caso de degradación.
Otro campo de discusión abierto, es sobre la ética de la censura cuando se genere objetivamente un beneficio colectivo, especialmente si el mensaje contiene información falsa. Por simplicidad obviaremos las cuestiones prácticas sobre la evaluación del beneficio y veracidad del mensaje. Aceptanto su viabilidad con garantías suficientes, sigue entre dicho el propio hecho de la censura. Desde un punto de vista utilitario, se puede argumentar que en sociedades hiperconectadas como las actuales se genera tal volumen de información que resulta inmanejable, al menos por parte de individuos, provocando paradójicamente des-información por exceso. Además en muchos casos esta información es contradictoria por la proliferación y propagación inmediata de campañas de manipulación. En este caso, la censura sería una herramienta a modo de cortafuegos contra la manipulación a través de las fake-news (otro tipo de censura).
Otra cuestión diferente son los requisitos necesarios para que no se considere inmoral la censura aceptada voluntariamente y efectuada por otros agentes cuando su aplicación afecta a terceros. Es decir, no es lo mismo que yo sea el único afectado por la censura a que lo sean otras personas. Si todos los afectados están de acuerdo, no hay discusión posible, no obstante lo más probable es que no exista unanimidad. En ese caso, ¿como se debería proceder?, ¿se pueden aplicar criterios democráticos para vulnerar principios fundamentales de toda la población? ¿De ser así en que circunstancias?.
En este sentido, ya existen en aplicación tipos de censura colectiva, por ejemplo, al considerar al colectivo infantil especialmente vulnerable se les protege deliberada y sistemáticamente de contenido televisivo inapropiado. Es decir, públicamente ya se aceptan ciertos tipos de censura como deseables.
Para responder las preguntas anteriores se puede emplear un enfoque de gestión de riesgos, es decir:
Por tanto, antes de profundizar en dichas cuestiones, valoremos primero si existen alternativas iguales o incluso mejores.
El propio enfoque analítico previo pone en evidencia la gran cantidad casos posibles que se derivan de las distintas combinaciones de tipos y circunstancias de censura. Resulta prácticamente imposible abarcarlas todas para determinar si existe algún caso moralmente aceptable. Incluso en los casos identificados como más deseables, tienen una valoración ética y práctica compleja.
Resulta más eficiente poner el foco en los principios rectores de la ética y la moral para realizar un análisis sobre las posibles alternativas, cuyas implicaciones éticas resulten mas favorables, su aplicación resulte en consecuencias esperables similares y permitan garantías para evitar que degenere. De existir dichas alternativas, entonces incluso las censuras «más buenas» serían consideradas de facto indeseables. La cuestión es: ¿Existen dichas alternativas?.
Para poder responder a esta cuestión, resulta indispensable, analizar los propios fundamentos de la ética, la naturaleza humana e incluso las características de nuestra sociedad actual e instituciones. Un enfoque teórico no es suficiente, hay que tener en cuenta la viabilidad práctica de su aplicación Si bien, con ánimo de llegar a una conclusión sin divagar demasiado, trataré de responder la cuestión, aceptando previamente lo siguiente:
Por naturaleza, somos seres
Las sociedades actuales son el resultado del diseño reflexivo y deliberado de nuestros antepasados, que en cada época sus contemporáneos han ido añadiendo modificaciones sobre lo heredado como respuesta a las necesidades de su era. El resultado final, como el propio ser humano también es imperfecto.
Esto es relativamente importante, ya que para identificar las mejores alternativas, no sólo hay que tener en cuenta nuestra propia naturaleza sino el contexto en el que vivimos y así ser capaces de reflexionar sobre su aplicación y prever sus posibles defectos. Por desconocimiento y simplicidad, centro mi argumento en las sociedades democráticas occidentales.
En estas sociedades, primordialmente individualistas, los valores más importantes hasta el punto de ser reconocidos como derechos universales son la Libertad y la Igualdad. Las garantías, o mejor dicho, los mecanismos que garantizan que se cumplan dichos derechos son varios.
Justicia,.. Sin embargo, el que mejor refleja la propia naturaleza humana, y por tando más dificilmente degradable es la Educación.