Introducción

Al hablar sobre el «progreso» se trata un tema complejo porque, en realidad, es un concepto subjetivo y multidimensional. Por eso, y para evitar divagar futilmente es imprescindible concretar con la mayor precisión posible la naturaleza de la cuestión.

De acuerdo a la RAE su significado es la acción de avanzar o perfeccionar.

En teoría, para desarrollar una mejora consciente del estado de las cosas es necesario conocer su estado, es decir, las condiciones iniciales o si se prefiere, las características «mejorables» y el resultado que se pretende obtener tras el proceso de perfeccionamiento. Luego, ajustandose a las limitaciones se priorizarán los objetivos de dicho proceso y el modo en que se pretende alcanzarlos.

Por muy metódico que parezca lo anterior, lo cierto es que ninguno de los distintos pasos indicados son puramente objetivos. En cada uno de ellos, nuestros sesgos juegan un papel importante.

En todo proceso de decisión, se valoran las distintas características que presentan las diferentes alternativas. Tanto las opciones que se consideren como la elección de la que «mejor» se ajuste a las necesidades y la elección de la que ofrezca las «mayores» ventajas, están condicionadas, al menos en parte, tanto por el conocimiento y capacidad del sujeto, como por su sistema de valores y experiencias.

Sirva como ilustración el caso en que una persona busca adquirir un coche como medio de transporte. Normalmente se valorará además de las capacidades del vehículo de llevarle de un punto A a un punto B, la estética, la comodidad, el precio, el consumo, la seguridad, etc… Cada individuo asignará a estas caraterísticas un valor relativo distinto al que fijaría otra. Incluso en el caso en el que la capacidad económica y el trayecto habitual de dos individuos distintos sea el mismo, el modelo de coche que selecciones probablemente no lo será.

Como decía, esta subjetividad aplica tanto a la valoración de las condiciones iniciales, es decir, del como están las cosas y porqué se deben mejorar; y a la acción de mejora llevar a cabo, es decir, al que mejorar y como hacerlo.

A la complejididad consecuente de dicha subjetividad hay que sumar la que añade la variedad de acepciones posibles del concepto.

Cuando se analizan los discursos políticos o conversaciones entre personas de a pie y en ellas se tratan temas como el «liberalismo» o el «progresismo» resulta evidente que rara vez las partes hablan de lo mismo. Unos se refieren al liberalismo en el sentido de los derechos individuales, mientra que otros al económico. Con respecto al progresismo unos se refieren al desarrollo del estado de bienestar, mientras que otros al del tejido empresarial, industrial, tecnológico o de infraestructuras. Dichos discursos, en los que cada parte habla de su propia interpretación del concepto desfigura la realidad. Al aludir a una única dimensión del concepto excluyen el resto. Incluso en ocasiones se generan dicotomías artificiales, en las que aparentemente unas acepciones son incompatibles con las otras. Así se acaba, en cierto modo, obligando a las partes elegir una u otra, cuando en realidad muchas pueden ser compatibles e incluso complementarias.

En este caso, no quiero reflexionar sobre una parte concreta del progreso, sino que lo trato de un modo genérico desde un enfoque pragmático. Espero poder abarcar al menos la mayoría de las facetas de la sociedad. Con ello no solo me refiero a los aspectos de las relaciones humanas, sino a la de los seres humanos con el medio que nos rodea.

El conocimiento como pilar del progreso

En mi opinión el progreso del conocimiento debe ser el motor primordial de todo cambio en las instituciones y prácticas sociales, políticas, económicas, industriales, jurídicas y medioambientales.

La principal fuente de conocimiento factual es el científico-técnico. El conocimiento científico que se obtiene a partir de la investigación básica; y este alimenta al desarrollo e inovación que surjen posteriormente cuando se lleva a la práctica los descubrimientos científicos.

Por supuesto, existen otras fuentes culturales de igual importancia para el desarrollo de una sociedad, tales como la filosofía, artes y literatura entre otros.

Quizás la diferencia primordial entre dicho conocimiento y la cultura es que el primero se basa en hechos probados a mediante el método científico. La cultura es un producto humano dinámico y subjetivo, cambiante con las sociedades y el paso del tiempo. La ciencia, o el conocimiento que genera mejor dicho, es externo al propio ser humano y ni los cambios sociales ni el paso del tiempo lo pueden alterar en modo distinto que en el sentido de mayor profundidad y refinamiento. El respeto e importancia que se procese a la cultura y la ciencia dependen del camino en que evolucione la sociedad. Sin embargo, mientras que el fondo cultural cambiará con la misma el conocimiento científico no.

El conocimiento perse siempre es bueno porque, como dijo Francis Bacon, “la ciencia es poder”. Sólo si la cultura no es es capaz de condicionar su uso desequilibrado, abusivo o irresponsable es cuando se vuelve peligroso.

El progreso de una sociedad cualquiera no puede depender únicamente de la ciencia, pues existen muchas otras cuestiones que han de serle previamente favorables. Del mismo modo que la ciencia tiene también la capacidad de moldear a la sociedad.

Si se acepta que para perfeccionar una sociedad cualquiera, es condición necesaria que se de el progreso científico y cultural, queda pendiente aclarar aclarar a qué me refiero con esto.

  1. El progreso científico no es únicamente la acumulación de conocimiento. Esto es el resultado de un proceso. El progreso al que me refiero pues, es el perfeccionamiento de dicho proceso y la optimización de sus relaciones con la sociedad.
  2. La definición de progreso cultural es una cuestión mucho más compleja. Esta es precisamente la parte subjetiva a la que me refería en el inicio del artículo. Evitando juicios morales, me limitaré a decir que una parte importante del progreso cultural debe estar relacionada con, precisamente, la optimización de dichas relaciones entre ciencia y sociedad.

Con lo anterior ya espero haber definido satisfactoriamente una de las cosas que se deben mejorar para encaminar a la sociedad hacia el progreso continuo. Ahora surje la cuestión sobre como optimizar el enlace entre cultura y ciencia.

Ya he insinuado que debe de existir unos valores compartidos por la generalidad de la sociedad que otorguen suficiente importancia a la materia científica. Hay al menos dos claves imprescindibles para que esto ocurra:

  1. Una divulgación científica eficaz.
  2. Una Educación universal de calidad.

Si estas dos condiciones básicas se cumplen, todas las cosas que emanan de ellas facilitarán el progreso deseado. Por ejemplo, las cuestiones económicas y políticas, son subsidiarias de la cultura, conocimientos y capacidad de las personas e instituciones.

La Educación es un resultado colectivo. A través de la misma, en todas sus variantes, se pretende maximizar el valor de los individuos a la Sociedad. Paradójicamente existe también una relación de realimentación diferida entre la Sociedad y la Educación. La Sociedad actual determina la Educación futura, mientras que la Educación presente predispone a la venidera sociedad.

La sociedad está formada por todos sus miembros. Es de justicia que todas las personas tengan las mismas oportunidades de desarrollo. Además, si la educación es universal, mayor volumen de personas tendrá la oportunidad de convertirse en individuos útiles tanto para sí mismos como para el resto de la ciudadanía. Aunque las élites minoritarias puedan ser beneficiosas, para maximizar el ritmo de prodreso se requiere el desarrollo educativo de la mayoría. La educación en todos sus niveles es la responsable de formar a la siguiente generación que mantenga la inercia progresista.

Que una Educación sea de calidad, es nuevamente una cuestión subjetiva. Desde mi punto de vista, y sin querer dilatarme en explicaciones, una «buena» Educación es aquella que:

  1. Potencie el pensamiento crítico.
  2. Potencie la creatividad y curiosaidad.
  3. Potencie las habilidades sociales.
  4. Potencie la inteligencia emocional.
  5. Potencie hábitos de vida saludables.
  6. Que transfiera conocimientos relevantes y científicamente probados.
  7. Que exponga a los estudiantes a materias culturales diversas.
  8. Que exponga a los estudiantes a diferentes marcos de valores.

Una buena educación es mucho más que la simple transferencia de conocimiento. El objetivo final de la educación no debe ser otro que el de proveer al las personas de las herramientas necesarias para poder desarrollarse satisfactoriamente como persona, en todas sus fases vitales, independientemente de los objetivos que puedan tener los poderes del momento, aunque será inevitable cierta ingerencia por su parte, especialmente en los tres últimos puntos.

Una estructuración educativa equivalente a la descrita, en principio, proveería a cada individuo de las capacidades necesarias de adaptación al medio en el que se encuentre y a la elección de sus propios esquemas morales. Evidentemente, la cultura de la sociedad en la que nos movemos nos influencia enormemente y el sistema educativo es solo una parte de la misma. Nadie está libre de influencia de sus círculos sociales, las costumbres arraigadas de la sociedad y de las corrientes de pensamiento populares, pasadas y presentes. Por eso, además del sistema educativo formal, la familia, amistades, medios de comunicación y sociedad en general tienen un papel muy importante.

Ninguna sociedad es perfecta, de eso no cabe duda, y por muy universal y bueno que sea el sistema educativo nada garantiza que la sociedad evolucione en concordancia con el conocimiento científico. Ni siquiera, cuando también se haya logrado una comunicación eficaz entre las comunidades científicas y el resto de la sociedad. Incliso así seguiremos sin estar libres de desigualdad, manipulación, irresponsabilidad, creencias infundadas y costumbres perjudiciales. Seguirán existiendo multitud de ineficiencias que, en el mejor de los casos, supongan cierta desaceleración en el progreso e incluso que este se invierta.

Las sociedades siempre serán dinámicas, el cambio siempre existirá. La cuestión es si este supone un progreso (mejora) o no. Dada la complejidad social, es muy posible que en unas fecetas se progrese mientras que en otras no. Volvemos al problema de raiz, ¿Cómo definir si un cambio es bueno o malo? La ciencia podrá responder en algunos casos, pero otros el problema será suficientemente subjetivo como para convertirlo en inabarcable científicamente.

Principios rectores como punto de partida

Al contrario del progreso educativo, que se puede medir de manera bastante objetiva, el análisis del progreso moral, social, jurídico, económico, o de cualquier otra índole necesita del establecimiento previo de un sistema de valores que lo haga posible. Primero se establece un ideal y luego se valora cuan lejos nos encontramos del mismo.

Como no existe un único ideal social, tampoco se puede determinar que significa el progreso. Si además de la diversidad de valores, principios y metodologías de los sistemas socio-políticos y socio-económicos más relevantes (Socialismo, Comunismo, Anarquismo, Capitalismo) tenemos en cuenta la granularidad que introduce cada grupo social e individuos, con sus desviaciones desde la generalidad, resulta obvio que el abanico de posibles definiciones es enorme.

Para unos la sociedad (o economía, moral, tecnología, etc..) en su conjunto, o alguna de sus facetas, puede mostrar una tendencia positiva, mientras que para otros será negativa. La única alternativa objetiva será estudiar en que medida cambian para posteriormente analizar sus posibles causas y consecuencias.

En cualquier caso, en lo relativo al progreso social, como hasta el momento los sistemas políticos modernos predominantes, democráticos o no, son puramente antropocéntricos, si se intenta esgrimir una definición más o menos genérica y constreñida a las democracias, quizás se pueda decir que el progreso social consiste en la mejora de las condiciones de vida de los seres humanos. Si bien cada sistema, no necesariamente ha de tener esto como objetivo principal y aunque así fuera tratarían de obtenerlo de distinta forma en base a sus prioridades.

Como decía, establecer un ideal a partir de lo puramente racional es probablemente imposible pero, ante todo, considero que es innecesario. Nadie tiene la capacidad de lograr un sistema perfecto, que sirva para toda la ciudadanía y menos aún para toda la humanidad. Como todo sistema complejo, existen innumerables variables e interacciones que lo condicionan. Es, por tanto, tarea de cada persona, comunidad, organización, estado y unión supranacional realizar sus propios experimentos sociales a partir de unos principios rectores básicos. Si se mantienen fieles a sus principios el cambio social surgirá y, probablemente, con nuevas características insospechadas inicialmente. Mediante un proceso «mejora continua», aunque no sea formal y se base ne la prueba y error, se podrán tomar medidas para corregir aquellas que resulten indeseables.

La historia nos ha enseñado que ninguna sociedad es completamente genuina. Todas y cada una de las sociedades actuales y pasadas son el resultado de otras sociedades antiguas y de la interacción con las contemporáneas.

Parece aún muy distante el momento en el que se solucione definitivamente la cuestión de como se decide lo que se considera ideal; mientras que determinar los principios rectores básicos presenta una menor complejidad. En primer lugar porque la naturaleza del problema es distinto. No se trata de definir un resultado u objetivo, sino unos principios básicos prácticamente independientes del mismo. Y, por el otro, porque por mucha variabilidad ética y moral que exista, toda sociedad cuenta con una base común compartida fácilmente identificable de un modo científico. De lo contrario no se podría hablar de una sociedad.

Por eso no creo en la elaboración o planificación de sociedades ideales a los que aspirar sino, por el contrario, me parece más abarcable determinar los principios básicos que siempre debemos respetar. Si centramos nuestro empeño en lograr un objetivo particular de alto nivel, puede pasar que perdamos el sentido de las razones que nos llevaron a anhelarlo y además puede generar división social si otros perciben que existen otras opciones mejores.

Por el contrario, si intentamos ser menos ambiciosos en nuestras pretensiones, y prefiramos ir paso a paso, seguramente sea más facil encontrar puntos de encuentro entre distintas ideologías y por tanto encuentren menor oposición.

La inercia como seguro del progreso

He de admitir que seguramente existan varidad de hechos sociales complejos que hacen parecer esta visión de progreso demasiado simplista e ingénua. Se escapa de mis posibilidades tener una visión completa a la vez que detallada de nuestras sociedades. Dudo que nadie sea capaz.

De entre todos los problemas, ineficiencias o fuerzas en contra del progreso, pienso que hay una que es especialmente potente, además de la falta de una educación universal de calidad, me refiero a la falta de inercia política.

Desde luego la falta de inercia responde a más de una única causa. No pretendo aquí detallarlas, simplemente poner foco en su importancia.

probablemente ocurran dos cosas. Una que Esto no quiere decir que no debamos soñar con lo que nos Los deberes y derechos que surjan de estos son la brújula para un destino incierto. La Educación universal de calidad, es bajo mi perspectiva ambas cosas, es decir, un derecho individual y un deber colectivo a cumplir. Será ella la que nos aporte el resto de herramientas que permitan seguir avanzando es dicha andadura.

que este enfoque no es incompatible con el establecimiento de ciertos objetivos y trabajar en su consecución. Una visión del progreso como el que describo no deja de ser, en cierta medida, simplista e ingénua si se ignoran algunas cuestiones de vital importancia, que describen algunos de los «problemas sociales» actuales que achacan a nuestras sociedades.

Conclusión

A modo de síntesis el enfoque propuesto se basa en definir los principios que nos unen y garantizar que estos no puedan ser violados hasta que, dado el caso, se modifiquen. Si, paralelamente se garantiza también el progreso educativo, el cambio sea cual sea se dará con el paso del tiempo.

No es por tanto, una cuestión de si el resultado es bueno o malo, sino de que el proceso sea el adecuado independientemente de su producto. Por eso no hablo de progreso, salvo en lo relativo a la educación, todo lo demás son cambios como consecuencia del mismo y de la experiencia social.

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