El problema de representación

Desconozco absolutamente si existe o no una crisis de representación, es decir, si la ciudadanía en general piensa/siente que los partidos políticos y sus representantes representa suficientemente sus inclinaciones políticas y sensibilidades.

Mi opinión personal es que no.

Ahora bien, también creo que no toda la culpa es atribuible a los propios partidos ni a los políticos. Somos una sociedad razonablemente heterogénea con diversidad de opiniones y sensibilidades sobre cada tema, mientras que la «oferta política» no es capaz de cubrir tantas posiciones distintas y mucho menos los matices.

A mi entender, el problema tiene tres razones bien diferenciadas:

  1. Una cuestión puramente cuantitativa. El sistema bipartidista, dónde dos grandes partidos reciben la gran mayoría de votos y se alternan en el poder es la prueba de la falta de partidos alternativos. Afortunadamente, en los últimos años han surgido con fuerza nuevos partidos y ha aumentado la fragmentación parlamentaria, lo que ha redundado en una mayor diversidad de los programas electorales.

  2. Otra de falta de flexibilidad. Cada partido político desarrolla su propio programa electoral, que desarrolla sus líneas ideologicas en forma propuestas, más o menos concretas, sobre infinidad de temas. Es algo así como un menú pre-establecido. Cada partido presenta su propio menú, y el electorado tiene que elegir uno, sabiendo que no podrá modificar ni un solo plato del menú en los próximos cuatro años. Es imposible que todas y cada una de las propuestas del programa se alineen completamente con las ideas de su electorado. Por ello,supongo, que todos acabamos votando por razones mucho más generales sin atender a los detalles del programa electoral. O dicho de otro modo, votamos a la opción menos mala.

  3. Otra de imprevisibilidad. Esta cuestión tiene una problemática doble, que se debe a la propia naturaleza de la política, que siempre, salvo en casos de mayoría absoluta, requerirá de negociaciones y acuerdos con otras formaciones políticas aceptando ciertos compromisos.

    1. Dependiendo del resultado electoral, si no se ha logrado una mayoría suficiente para gobernar «en solitario» será necesario llegar a acuerdos con otras formaciones políticas para llegar a un gobierno de coalición u otro de socios de investidura.
    2. Incluso gobernando con mayoría suficiente, es habitual que en el ejerfcicio normal de la actividad legislativa se lleguen a acuerdos con otros partidos o agentes políticos, económicos y sociales. El resultado, en cualquier caso, es una diferencia demasiado grande entre el dicho y el hecho, es decir, entre las promesas electorales y el resultado real al finalizar la legislatura.

Nota: A las tres razones anteriores añadiría otra accesoria que no desarrollo porque, en realidad, responde a otro orden de cosas. Otra problemática totalmente distinta de los sistemas democráticos. La de la falta de rumbo estable a largo plazo cuando existe una alternancia en el poder por parte de partidos políticos con ideologías muy distintas.

Existen multitud de opciones tradicionales para tratar de solventar algunos de estos problemas. Algunas de estas soluciones que se me ocurren son:

El sistema de «micropartidos»

La idea que desarrollo en adelante, que es el objeto principal del artículo, pretende atacar directamente al problema de falta de «flexibilidad».

Existe una propuesta teórica (creo que aún no se ha puesto a prueba en ningún estado), la de la «Democracia líquida», que parece tiene el potencial de solventar muchos de los problemas de los sistemas democráticos actuales. No obstante, es un sistema complejo de llevar a cabo y requeriría de nuevas instituciones y agentes políticos. Requiere un cambio social profundo.

Mientras que la «Democracia líquida» es una propuesta totalmente disruptiva que supone un cambio de paradigma, el sistema que podría llamarse de «micropartidos» sería simplemente una pequeña evolución del sistema actual. Probablemente no tenga el tanto potencial de mejora pero, en contrapartida, resultaría relativamente fácil de llevar a la práctica. Quizás peuda ser un paso previo y necesario, para encontrar el camino hacia un sistema moderno más democrático y eficaz.

El sistema actual que todos conocemos, se basa en partidos políticos «monolíticos». Organizaciones políticas bien financiadas, con estructuras complejas y que pretenden dar solución a todas las cuestiones políticas de una sociedad. La diferencia básica entre los «micropartidos» y los actuales no radicaría, como podría suponerse, en su tamaño o complejidad sino en su especialización política. Como tal no me refiero al ámbito geográfico (nacional, regional o local) sino a la temática de sus políticas y propuestas. Por ejemplo podrían existir «micropartidos» (nacionales, regionales o locales) con propuestas únicamente enfocadas en la protección del medio ambiente, mientras otras se centran en cuestiones sociales, económicas, de política exterior, etc…

Supongamos que se estableciera una clasificación oficial, quizás una que se corresponda con los ministerios, algo así como:

En este ejemplo existirían 8 categorías y cada «micropartido» se especializaría en una de ellas. Luego, a la hora de votar, en vez de elegir una única papeleta, podríamos elegir 8.

Pongamos otro ejemplo. Imaginemos que un votante hipotético tiene las siguientes ideologías (podría valer cualquier otra combinación de ideologías imaginable):

En la actualidad (a comienzos de 2022 en España), ¿A que partido político podría votar esa persona?

Con este ejemplo queda claro que nuestro votante hipotético, en realidad no tiene ninguna buena opción a la que votar. Si en las elecciones decidiera votar, tendría que elegir a una de las opciones anteriores, teniendo que renunciar a algunas cuestiones importantes dada la falta de oferta que se ajuste completamente a su ideología. Además, también queda patente que la división ideológica de Izquierda y Derecha, incluso incluyendo al centro, ha quedado anticuada y puede no responder a las sensibilidades políticas de la población. Es una división que responde primordialmente a cuestiones de política económica y social, pero todo lo demás no cabe en esta clasificación ideológica.

Si, por el contrario, estuviera implantado el sistema de «micropartidos» la misma persona podría podría elegir los partidos que mejor se ajustan a su ideología en cada una de las grandes categorías. Tendría un abanico de opciones mucho más amplio. En vez de elegir por obligación un «menú» prestablecido tendrá la capacidad de elegir uno personalizado, que se ajusta muchísimo más a sus necesidades.

Continuando con nuestro ejercicio de imaginación, si mañana se implantara este sistema, es muy probable que los partidos más grandes optaran por fragmentarse para cubrir todos y cada uno de las categorías políticas. Algo así como en la actualidad la organización federal del PSOE permite que exista un PSOE andaluz, otro catalán, canario, etc. Sería esperable que existiera un PSOE de economía, de fiscalidad, de medio ambiente, etc.

No obstante, también se abre la oportunidad a pequeños partidos con objetivos muy claros en temas muy concretos (como los verdes), pues ahora tendrían mayor capacidad para competir en igualdad de condiciones con los grandes partidos. Hasta ahora se encontraban en desventaja por cuestiones de financiación, organización interna y, sobre todo, por el sentido del «voto útil». Pocos votan a un partido como los verdes ya que carecen de posibilidades reales de gobierno y sus programas electorales cojean en el resto de cuestiones importantes, hasta ahora su mejor opción era el co-gobierno por coaliciones o negociaciones parlamentarias.

Con esta «evolución» del sistema electoral, se ha mejorado el problema cuantitativo y de flexibilidad. El de imprevisibilidad, sin embargo, no. Esto de la impresivisibilidad tiene mucho que ver con las alianzas, acuerdos y coaliciones de gobierno. Resulta evidente que cada partido tendría una preferencia casi natural de elegir como socios preferentes de gobierno sus propios «micropartidos».

Aquí entraría en juego el segundo y último cambio al sistema actual, el cual podría consistir en que cada ministerio se forme independientemente del resto, en base a los resultados electorales de cada categoría política. Entonces la figura del presidente del gobierno (que sería elegido en una papeleta adicional) cobraría un nuevo sentido. Tendría el importante papel de gestion del gobierno y coordinación entre ministerios a alto nivel. Por otro lado, perdería su papel actual de ser quien defina las políticas generales, para ceder ese papel a cada ministerio aunque, por supuesto, tendría que ser capaz de asegurar la necesaria coherencia de políticas entre ministerios.

Nota: Este sistema se asemeja en parte al modo de funcionamiento de las instituciones europeas, donde el Consejo Europeo con su presidente a la cabeza crea las hojas de ruta y coordina; mientras que el Consejo de ministros, el Parlamento y la Comisión se encargan de los detalles (legislar e implantar).

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